George H. Warnock
“Mientras la
tierra permanezca, la siembra y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche, nunca cesarán.” (Génesis 8:22)
Este fue el pacto de Dios con Noé cuando él y
su familia salieron del arca. Dios había ordenado nuestras estaciones. En los
siguientes capítulos quiero hablar sobre cada una de las estaciones por
turno... siendo nuestro énfasis el tiempo de la cosecha, y lo que busca nuestro
Labrador en el día de la cosecha. Y aunque hay muchos lugares en la tierra
donde sólo se reconocen dos estaciones (algunos lugares quizás sólo una)...
aquí, en el extremo norte dónde vivimos, siempre esperamos cuatro estaciones.
Oficialmente nuestros inviernos se supone que empiezan sobre la tercera semana
de Diciembre, y la primavera se supone que sigue después de la tercera semana
de Marzo. Pero el invierno es un visitante que aparecerá antes de la fecha
programada de Diciembre, un visitante que parece prolongar su estancia mucho
más que la fecha programada de Marzo. Puede marcharse durante un tiempo corto
cuando se le recuerda que ha llegado la “primavera”. Pero generalmente volverá
a visitarnos varias veces durante los dos meses siguientes antes de marcharse
del país... solo para decir “¡Hola... y Adiós!”. Pero sabemos que Dios ha
ordenado las estaciones dondequiera que vivamos en este planeta; y Él nos ha
hecho lo suficientemente duros para sobrevivir a los peores inviernos. No
negando, por supuesto, que muchos de nuestros vecinos migrarán al profundo sur
al acercarse Diciembre. “Pájaros invernales” es cómo les llaman los que viven
en esos climas cálidos. Pero llega la primavera y nuestros “pájaros invernales”
regresan para disfrutar de nuestros hermosos veranos aquí en el extremo norte.
Así, consideraremos las estaciones como cuatro,... invierno, primavera, verano
y otoño... y en ese orden porque Jesús dijo, “La cosecha es el fin del mundo.”
Entra en mi huerto, donde la nieve está
amontonada, y debajo todo está helado y sin vida. Lo único que puedes ver es un
cuadro de muerte y de frialdad. No hay signo de vida y nada deleita al ojo.
Todo yace en silencio y desnudo debajo de un manto de nieve. Si algo creciera
aquí, nadie lo detectaría ahora. Parece tan trágico. ¿Qué podría haber
sucedido?
Por supuesto, estamos muy familiarizados con
las estaciones y sabemos que simplemente no es el tiempo del crecimiento; y
estamos contentos de dejar que la naturaleza tome su curso. Pero no así en el
reino espiritual. Nunca debemos tolerar ningunos pensamientos negativos de
frialdad y de esterilidad. A pesar de la temperatura o de la nieve, o de la
estación—insistimos en sembrar alguna semilla o en recoger una cosecha, o en buscar al Señor para recibir lluvias de
bendición. Sé que tenemos que estar “siempre listos” para hacer la voluntad de
Dios. Pero Jesús dijo, “Mi tiempo aún no ha llegado, pero vuestro tiempo es
siempre oportuno.” (Juan 7:6). Los hijos disciplinados no están “siempre
listos” para hacer lo que piensan que hay que hacer. Pero estan siempre listos
para obedecer la voz de Su Señor y Maestro en todo tiempo. Se mueven con el
Espíritu de Dios... no con el suyo propio.
En
el propósito de Dios hay estaciones y tiempos para cosas opuestas. Y Dios
querría que supiéramos que las cosas que son contrarias a nosotros, incluso
estas cosas se hacen parte del plan de Dios, que sabe como “obrar todas las
cosas para bien a los que aman a Dios.” Pablo experimentó estas operaciones y
por tanto, podía testificar “que las circunstancias
en que me he visto, han redundado en el mayor progreso del evangelio.”(Fil.
1:12). Se encontró a sí mismo “aprobado” como ministro de Dios, “en la palabra
de verdad, en el poder de Dios; por armas de justicia para la derecha y para la
izquierda; en honra y en deshonra, en mala fama y en buena fama; como
impostores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como
moribundos, y he aquí, vivimos; como castigados, pero no condenados a muerte;
como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a
muchos; como no teniendo nada, aunque poseyéndolo todo.” (2ª Cor. 6:7-10).
Sabía que había estaciones opuestas en la vida y que al ser fiel “a tiempo y
fuera de tiempo”... Dios sería glorificado en su vida y ministerio.
No culpemos al diablo por cada situación
incómoda. Es Dios quien envía el invierno... porque Él estableció todas las
estaciones. ¿O es Dios quién envía el austro, y Satanás quién envía el viento
del norte? No, ¡Es Dios! “Despierta, viento del norte,
y ven, viento del sur; haced que mi huerto exhale fragancia...” (Cantar de los
Cantares 4:16). ¡No, es Dios!
“Envía
sus órdenes a la tierra; Su palabra corre velozmente.
Manda la nieve como lana; Esparce la escarcha cual ceniza
Arroja su hielo como migas de pan; ¿Quién puede
resistir ante su frío?”
(Salmos
147:15-17)
Es
Dios quién lo “envía” y quiere que sepamos que es parte del ciclo que Él
estableció para el bien del hombre. Quiere que nosotros sepamos que bajo el
abrigo de la nieve y el hielo, hay una promesa de esperanza. ¡Esperanza de
primavera para la próxima estación! No
puede haber una primavera real si no hay un invierno real. Sólo disfrutan la
primavera real los que han vivido a través de los largos y tristes días y
noches de nuestros inviernos norteños. Los que viven en climas cálidos todo el
año, saben poco o nada de la nieve y del hielo y de las heladas y las tormentas
de nieve del norte invernal.
No
puedes fabricar el verdadero gozo del Señor. El gozo del Señor nace de la pena,
de la esterilidad y del sufrimiento. No llamas a las aves cuando el invierno ha
terminado; simplemente aparecen cuando llega la estación correcta. Disfrutamos
oyendo el piar del petirrojo cuando la nieve todavía está en el suelo y los
días son fríos. Sabemos que la primavera no está lejos.
“El
gozo del Señor” es lo que viene con cada medida de la Cruz que Él coloca sobre
nuestros hombros. No es nuestro gozo, sino el Suyo... y el nuestro cuando nos
identificamos con Él en sus sufrimientos... creyendo dónde no podemos ver y
esperando con resistencia el cumplimiento de la promesa cuando todo parece
opuesto a ello. Es el gozo que sigue a la vida sacrificada derramada ante Sus
pies, y su perfume llenando toda la casa donde Él está sentado. A ese
sacrificio del espíritu contrito y humillado, Él mismo añade el aceite puro de
la unción que contiene todo el perfume de la mirra, de la canela y del cálamo y
la casia, y lo derrama sobre Su pueblo. Pero este aceite santo también contenía
ingredientes de amargura (Éxodo 30:23-33).
Porque Él es el Sumo Sacerdote, que ha sido “ungido con óleo de alegría
más que Sus compañeros” y quien comparte esa unción con ellos, al unirse a Él.
Es su gozo y Su alegría... y nuestros cuando permanecemos en ÉL y participamos
de sus padecimientos.
Gozo... Incluso en el invierno
“Alabad al SEÑOR desde la tierra... fuego y granizo,
nieve y bruma;
Viento tempestuoso que cumple su palabra.” (Salmos 148:7-8).
Las
hermanas llorosas dijeron, “Señor, Si hubieras estado aquí mi hermano no habría
muerto.” Pero Jesús ya había dicho a Sus discípulos que era para la gloria de
Dios que Él no hubiera estado allí. ¡El viento
tempestuoso cumple Su Palabra!
“¿Qué discusiones
son estas que tenéis entre vosotros mientras vais andando?” Y ellos se
detuvieron, con semblante triste. ”¿Eres tú
el único visitante en Jerusalén que no sabe las cosas que en ella han
acontecido en estos días?” ”¿Qué cosas?” Y
ellos le dijeron: “Las referentes a Jesús el Nazareno, que fue un profeta
poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo. Estábamos
seguros de que Él era el Mesías, pero Le crucificaron hace tres días. Hay
rumores de que ha resucitado, ¡Pero es difícil creerlo!” ¡Vientos tempestuosos
cumpliendo Su Palabra!
María Magdalena se quedó llorando junto al sepulcro y sus ojos se llenaron de
tantas lágrimas que no podía discernir el rostro de Aquel a quien ella amaba, a
su lado. ¡Vientos tempestuosos cumpliendo Su Palabra!
Escucha el triste
lamento de Jacob: “José no parece y Simeón tampoco; y a Benjamín le llevaréis;
¡contra mí son todas estas cosas!” Si sólo supiera... Todas estas cosas estaban
obrando para bien y para la gloria de Dios, que había sacado a José de la
prisión y lo había sentado sobre príncipes. ¡Vientos tempestuosos cumpliendo Su
palabra!”
“No me llaméis
Noemí, sino llamadme Mara”, dijo Noemí a
sus amigos y familiares en Israel cuando
regresaba de la tierra de Moab. “Porque el Todopoderoso me ha afligido”. ¡Qué
poco podía ella imaginar que Dios estaba obrando en su vida el secreto de Su
propia voluntad, y preparando el camino para el nacimiento de David, y del Hijo
de David y el Señor en los siglos por venir! ¡Vientos tempestuosos cumpliendo
Su palabra!
El Huerto de Dios –
George H. Warnock
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