Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


16 de julio de 2018

EJEMPLOS POSITIVOS



Virgilio Zaballos

ABRAHAM (Gn.13:l4-18). “Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré. Abram, pues, removiendo su tienda, vino y moró en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a Jehová”.

Hubo un momento en la sociedad que formaban Abraham y Lot cuando tuvieron que tomar la decisión de separarse porque la tierra no era suficiente para que habitasen juntos (Gn. 13:6). En esos momentos la visión de cada uno se puso a prueba. Lot alzó sus ojos y vio toda la llanura del Jordán (Gn. 13:10). Escogió según lo que vieron sus ojos; fue guiado por el informe natural de su vista. Sin embargo, de Abrahám dice la Escritura que recibió orden de Dios de alzar sus ojos y mirar desde el lugar donde estaba; y la tierra que viera el Señor se la daría a él y su descendencia para siempre (Gn. 13:14-15).

Abraham vio lo que Dios le dijo que viera; Lot vio lo que tenía delante de sus ojos. La visión de Abraham fue en aumento y se ensanchó (Gn.15:5ss.); la visión de Lot se extinguió y perdió todo lo que tenía, sólo pudo salvar su vida y las de sus hijas (Gn. 19:17,30). Dios le enseñó a Abraham el secreto de “ver”, partiendo de su vista física y de cosas físicas, para penetrar a realidades espirituales mucho más elevadas. Le dijo: Mira las estrellas, así será tu descendencia (Gn. 15:5). También le habló de que su descendencia sería como la arena del mar (Gn.22:l7). Este es uno de los grandes secretos de la vida de fe: Ver lo que Dios quiere que vea, para poseer lo que Él quiere que tenga. Cuando estamos viendo lo que Dios nos ha prometido; los informes físicos negativos (el informe del ojo natural) no dirigirán nuestra vida y acciones, sino la fe que se alimenta de la visión de Dios.

Pablo lo explica muy bien en Romanos, 4:17-25 y 2 Corintios, 4:16-5:7. (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen. El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia. Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación”.

Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.
Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu. Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista)”

JEREMIAS (Jer.1:11-14). La palabra de Jehová vino a mí, diciendo: ¿Qué ves tú, Jeremías? Y dije: Veo una vara de almendro. Y me dijo Jehová: Bien has visto; porque yo apresuro mi palabra para ponerla por obra. Vino a mí la palabra de Jehová por segunda vez, diciendo: ¿Qué ves tú? Y dije: Veo una olla que hierve; y su faz está hacia el norte. Me dijo Jehová: Del norte se soltará el mal sobre todos los moradores de esta tierra”. En este pasaje el Señor le da a Jeremias dos mensajes proféticos a través de ver cosas físicas: Una vara de almendro y una olla que hierve. Partiendo de aquí, el profeta recibe revelaciones sobre el futuro de Israel.

Esta percepción espiritual partiendo de elementos físicos aparece en muchos lugares de las Escrituras. Jesús usa el mismo principio para enseñar a sus discípulos sobre la gran cosecha y fijar en sus corazones la visión de multitudes preparadas para recibir el mensaje del evangelio (Jn.4:35). “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”

LA PROFECIA DE JOEL (Hch.2:16-18) “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán”. Joel profetizó de un tiempo cuando el Espíritu Santo se derramaría sobre toda carne, y el mismo Espíritu de Dios traería profecía, visiones y sueños sobre personas “normales” que serian llenas del Espíritu. Estas visiones y sueños prenden fuego en los corazones y los hacen arder para Dios y Su obra.

Esta verdad, expuesta aquí de una forma muy escueta, contiene un potencial tremendo del poder de Dios dado a la iglesia y que muchos han contaminado y mezclado. El diablo ha sembrado de cizaña este campo y muchos han sido confundidos y atemorizados; pero la verdad misma pertenece al Reino de Dios. Aún se usa en filosofías anti-cristianas y en movimientos modernistas (Nueva Era, Humanismo) que pretenden apropiarse y falsificar los principios bíblicos. Sin embargo, la iglesia de Dios no debería dejarse robar ni intimidar por los espíritus engañadores; sino hacer suya la oración de Pablo a los efesios:

Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza... cuales las riquezas.., y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza”.

El sistema de la iglesia Ramera - Virgilio Zaballos

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"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry