Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


14 de julio de 2018

EJEMPLOS NEGATIVOS


Virgilio Zaballos

EVA (Génesis, 3:1-7). Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales”.

Dios le dijo al hombre que no tomara y comiera del árbol de la ciencia del bien y del mal (Gn.2:16-17). No le dijo que no lo mirara, sino que no comiera. El árbol estaba delante de él y seguro que en muchas ocasiones lo había mirado... eso no fue lo malo, sino que Eva se dejó poseer de imágenes (por las palabras de la serpiente) que la llevaron a un deseo incontrolado de comer y comprobar las maravillas del mensaje diabólico: No moriréis... seréis como Dios.

Después de este proceso interior, la visión exterior cambió en Eva; y lo que antes había mirado sin más; ahora lo veía con codicia, su atractivo tenía un ingrediente nuevo: la semilla de la naturaleza corrompida del diablo. Entonces la codicia le venció y actuó independientemente de la Palabra del Creador. Este camino es el que hemos recorrido todos los seres humanos después de Adán y Eva. Esta verdad es tan contundente que está en acción en nuestra sociedad actual de forma continuada. “Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Stg. 1:14-15).
ACAN (Josué, 7:20-21). Y Acán respondió a Josué diciendo: Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el Dios de Israel, y así he hecho. Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé; y he aquí que está escondido bajo tierra en medio de mi tienda, y el dinero debajo de ello”. Este suceso que tuvo a Acán como protagonista por tomar del anatema (lo maldecido que no debe tocarse sino destruirse); fue una mancha negra en el camino victorioso del pueblo de Israel hacia la conquista de Canaán. El proceso que condujo a este pecado espantoso fue el siguiente: “Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro... lo cual codicié y tomé; y he aquí que está escondido bajo tierra en medio de mi tienda” Vi-codicié-tomé.

DAVID (2Sam.11:2-5). Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa. Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo. Y envió David mensajeros, y la tomó; y vino a él, y él durmió con ella. Luego ella se purificó de su inmundicia, y se volvió a su casa. Y concibió la mujer, y envió a hacerlo saber a David, diciendo: Estoy encinta”.

El pecado del rey David con Betsabé tuvo el mismo proceso que estamos viendo. Vio a una mujer hermosa; se recreo en esa mirada y concibió deseos de poseerla. Cuando la codicia de poseer a una mujer que no le pertenecía se apropió de él, quedo tan atrapado que de nada le sirvieron las bases sólidas de su vida en comunión con Dios, y su conocimiento de las Escrituras que prohibían tal acción. Todos los principios de su vida quedaron neutralizadlos ante tal posesión maligna. Ese fuego inmenso tuvo su origen en una mirada, no casual, ni pasajera; sino una mirada sostenida, alimentada y amplificada por imágenes interiores de placer físico y afectivo. Vio-codició-tomó.

En estos tres ejemplos podemos ver que todo nuestro ser (espíritu, alma y cuerpo) puede recibir ataques destructivos penetrando a través de nuestros ojos. En Eva vemos el ataque a la vida espiritual, la relación con Dios y la entrada al mundo del ocultismo. En Acán vemos como la codicia por las cosas materiales nos conduce a la derrota (personal y colectiva) y a la muerte. En David encontramos la trampa del alma enlazada por deseos sensuales y afectivos ilícitos. En todos ellos hay elementos comunes en el proceso degenerativo que conducen a una actitud de independencia hacia Dios y Su Palabra. El amor a Dios y al mundo (con sus deseos) son incompatibles. “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1Jn.2:16-17).

 El milagro de una vida equilibrada - Virgilio Zaballos

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"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry