George Warnock
“Venga
mi amado a su huerto, Y coma de su dulce fruta.” (Cantar de Los
Cantares 4:16) “Yo vine á mi huerto, oh hermana, esposa mía”
(Cantar de los Cantares 5:1)
“Toda
la tierra está llena de Su gloria”, dijo el profeta, y en esta
hora de clamor y bullicio, cuando miles de voces conflictivas invaden
nuestros corazones y mentes para distraernos o para distorsionar
nuestra vista, nos haría bien a todos apartarnos para escuchar una
palabra del libro de la naturaleza... la creación de Dios. Pero
siempre, por supuesto, en el contexto de la Biblia, el libro de la
Nueva Creación. Porque la Biblia nos enseña que el “campo”
donde se planta la semilla de la Nueva Creación es el mundo que
ahora está bajo la maldición. “El campo es el mundo”, dijo
Jesús (Mat. 13:38). Qué maravilloso saber que la vieja creación se
ha convertido en el campo de semillas de la Nueva Creación, y que
Dios es el creador de ambas; por supuesto, reconociendo que la vieja
creación se sujetó a futilidad por causa de la caída del hombre. Y
así, aquí mismo en medio de la vieja creación, Dios puede
hablarnos desde ese entorno. Jesús nos dijo: “Observad cómo
crecen los lirios del campo” (Mat. 6:28); Y también, “Yo soy la
vid, vosotros los pámpanos...” (Juan 15:5). A través de estas
cosas naturales Dios nos apunta hacia la realidad, a la Nueva
Creación...y a través de todo ello nos revela algo glorioso desde
el Espíritu de la Verdad.
Sólo
después de que el instrumento natural haya servido para su propósito
concreto en la voluntad de Dios, Dios lo quita. Por eso ha quitado la
serpiente de bronce, el arca del Pacto, y el candelero dorado... y
cualquier otra forma de ritual, tipo o sombra que pertenezca a un
orden pasado. Pero la Palabra escrita de Dios permanece con nosotros;
y también el libro de la vieja creación. Así deben de permanecer
hasta que la gloria completa y el propósito para el que fueron dados
sea manifiesto, y la Nueva Creación brille en todo su brillo como la
expresión misma del pensamiento y del corazón de Dios. Algunos
hablarían de la Palabra escrita como si fuera final y completa en
sí misma. Pero no es así. Estoy confiado de que el presente canon
de 66 libros es lo que Dios quería. Pero en realidad, la Palabra de
Dios va más allá de las Escrituras; y la Palabra no se cumple en la
intención de Dios hasta que haya sido escrita en los corazones y las
mentes del pueblo de Dios. Dios dijo, “Porque este es el pacto que
Yo haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el
Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos y las escribiré en
sus corazones” (Heb. 8:10). La Palabra de Dios ha sido escrita en
la naturaleza y ha sido escrita sobre papel... pero el cumplimiento
final llega cuando es escrita en la “carne”. Y así, leemos, “Y
el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria,
gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.”
(Juan 1:14).
Pero
tenemos que entender que el propósito de Su encarnación en la carne
tampoco era final en sí. Porque después de haber “acabado la
obra” que el Padre Le dio que hiciera en la tierra, ascendió a los
cielos para involucrarse en un “ministerio aún más excelente”,
desde el trono de Dios. El ministra el mismo Espíritu de Verdad en
el que Él andaba mientras estaba aquí... pero ahora Él esta
ministrando desde el verdadero Santuario en el Cielo, a los Suyos,
que están en la tierra, como el “Mediador de un mejor pacto”
(Heb. 8:6). En consecuencia de este ministerio desde el trono, Sus
redimidos en la tierra han de de convertirse en Su propia epístola
viviente, “conocida y leída por todos los hombres, siendo
manifiesto que sois carta de Cristo redactada por nosotros, no
escrita con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo.” (2ª Cor.
3:2,3). Hemos estado muy ansiosos por conseguir que el mundo lea
nuestra Biblia, y esto es correcto. Creo que Dios quiere que todo el
mundo tenga Su Palabra escrita en su propia lengua. Fue la impresión
de la Biblia en la lengua del pueblo que hizo que la luz del
evangelio brillara en el mundo a nuestro alrededor, a lo largo de la
historia de la Iglesia... y especialmente en el tumultuoso período
de la Reforma. Pero el hecho es que nos enfrentamos a una tarea
imposible si hemos llegado a la conclusión de que la distribución
de más Biblias y de más literatura cristiana es la respuesta de
Dios a un mundo perdido.
El
mundo si lee a la Iglesia...siempre disfrutan leyendo a la Iglesia—y
es triste decir que con frecuencia están grandemente desilusionados
con lo que leen y con lo que ven. Y las naciones no van a ver ni a
oír al Cristo de la Biblia hasta que la Iglesia se haya convertido
en la “epístola de Cristo”. Podemos entrenar y equipar y
organizar y financiar a los obreros de Dios, pero sólo el reflejo de
Su gloria en Su pueblo cambiará los corazones de los hombres.
El huerto de Dios - George Warnock
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