George Warnock
Hemos
enfatizado que Dios debe revelarse a Sí mismo a Su creación
completamente, por causa de quién es Él. Fue con un propósito y un
designio específico que Dios no aniquilara la vieja creación y
comenzara a crear la nueva. Necesitaba ambas creaciones...la que cayó
en futilidad, y la que Él levantaría a la vida y a la gloria. La
vieja creación se convertiría en la tierra fértil donde Él
dejaría caer la semilla que produciría la nueva. Lo viejo había
de convertirse en el vientre, del que nacería una Nueva Creación. Y
la vieja creación incluso ahora se encuentra atada a la corrupción
y a la descomposición, con dolores de parto, clamando por la
liberación que vendrá con “la manifestación de los hijos de
Dios.” (Lee Romanos 8:19-21).
Podemos
estar inclinados a mirar al fluir del amor de Dios en la Redención
meramente como el remedio divino a la Caída. Cierto, es todo eso, y
debemos alabarle por siempre por Su gloriosa Redención. Pero es
mucho más que un remedio. Puesto que el plan de Redención precedía
a la creación del hombre, y a la caída del hombre. Dios tenía un
“propósito eterno” en cuanto a Sus escogidos, incluso “antes
de la fundación del mundo” (Rom. 16:25; Efesios 1:4). Y en el
Libro del Apocalipsis vemos al “Cordero que fue inmolado desde la
fundación del Mundo.” (Apocalipsis 13:8). Dios
vio apropiado usar la vieja creación y al hombre caído en
particular, como el vaso por medio del cual Él revelaría la
plenitud y la conclusión de Su gloria. ¿Cómo conoceremos la
plenitud de la luz, si no hemos conocido la oscuridad? ¿Cómo
conoceremos la plenitud de la paciencia y longanimidad de Dios a
menos que Él se limite a Sí mismo, soportando dolorosamente todo el
tiempo que dure el reinado del mal? ¿Cómo conoceremos las
profundidades infinitas de Su amor, a no ser por la revelación de la
Cruz, donde Dios colmó de Su misericordia y de Su compasión a
rebeldes como tú y yo? Dios necesitaba Su plan infinito de Redención
para una completa manifestación de Sus inescrutables atributos.
Sin
embargo, lo mejor es no tratar de figurarnos estas cosas desde
nuestra mente natural. Por la fe entendemos los misterios de Dios...
no porque Él dé la sabiduría para razonarlo todo, sino porque
sabemos que hay un reposo en Dios cuando creemos lo que Él hablado.
Y así, el apóstol nos dice, “Por
la fe entendemos que el universo fue preparado por la palabra de
Dios...” (Heb. 11:3). Sigue diciéndonos que las cosas que vemos
fueron hechas del ámbito de lo invisible, y lo deja ahí. Con esta
clase de “entendimiento por la fe”, si podemos llamarlo así,
“entendemos” lo que nuestros más grandes científicos no pueden
entender. Están gastando miles de millones de dólares con la
esperanza de hacer este descubrimiento: ¿Cómo se formó este
universo? Sabemos cómo. Porque Dios nos ha dado una facultad que
está muchos allá de la que poseen cualquiera de los intelectuales
de la tierra—la facultad de la fe. Donde nuestras mentes no pueden
llegar, paramos ahí mismo—y la fe se convierte en la razón por la
que entendemos. “Y dijo Dios: Sea la luz. Y hubo luz” (Gén.
1:3). Bienaventurados somos si podemos aprender a parar justo aquí,
especialmente cuando nos damos cuenta de que estamos tratando con
cosas eternas—y encontramos reposo verdadero y gozo en creer lo que
Dios ha hablado.
Sabemos
que Dios permitió a la vieja creación hundirse en futilidad, con la
expectativa de la redención (lee Rom. 8:19-21). Él hace que la luz
brille de la oscuridad. De las profundidades del pecado y de la
depravación, la justicia y la santidad de Dios brillaron en
asombrosa gracia. En un mundo de odio y rebelión contra Dios, Él
muestra misericordia, compasión y amor más allá de los confines
del pecado y de la oscuridad. En la larguísima rebelión duradera y
persistente del hombre contra su Creador, Dios está mostrando las
profundidades de Su paciencia y longanimidad de una forma que nunca
habría podido demostrar antes de la caída del hombre (Rom.
9:22,23).
Pero
seamos cautelosos, no sea que reconociendo estos principios, caigamos
en la trampa de llamar malo a lo bueno y bueno a lo malo. No sea que
digamos que Dios no puede juzgar el mal, porque es Su designio que el
hombre cayera para que Él pudiera redimirlo. Y no sea que digamos
que Dios hizo a Satanás tal y como él es ahora mismo, para poder
mostrar su propia gloria. Tales suposiciones no sólo son vanas, sino
que calumnian a Dios; y el apóstol nos dice que los que dicen tales
cosas caen bajo los justos juicios de Dios. (Lee Romanos 3:5-8).
(Nota: Hemos dicho más sobre el Origen del Mal en el estudio, ¿Quién
Eres Tú?).
El huerto de Dios - George Warnock
No hay comentarios.:
Publicar un comentario