Virgilio Zaballos
En
Lucas 7:36-50 nos encontramos con dos tipos de personas que
representan dos diferentes maneras de conectar con el equilibrio.
Veamos las características de cada una de ellas.
Simón
el fariseo.
Representa la religión organizada. A personas que se consideran
equilibradas y por
tanto su actitud es fría, sin entusiasmo, intrascendente. El sistema
religioso frena la acción de un quebrantamiento genuino. Adiestra
las conciencias para defenderse de la obra que el Espíritu Santo
realiza para convencer de pecado. Canaliza el acercamiento a Dios
sólo a través de sus fórmulas, dogmas, tradiciones etc. Todo lo
que se sale de esos cauces es rechazado de manera mecánica. Los
resultados son espantosos: La persona sigue igual, su vida no cambia
ni se transforma y sigue adelante en un círculo vicioso de
costumbres, hábitos, vanas repeticiones, etc
“
Pues
si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo,
¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos
tales
como: No manejes, ni gustes, ni aun toques
(en
conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas
se destruyen con el uso?
Tales
cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto
voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen
valor alguno contra los apetitos de la carne”
(Col .2: 20-23).
Simón el fariseo escogió este tipo de acercamiento. Muy educado,
pero vacío de corazón. Jesús le dijo: “...
Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies... no me diste
beso... no ungiste mi cabeza con aceite... aquel a quién se le
perdona poco, poco ama”
(Lc.7:44-47).
La
mujer pecadora.
Representa al
pueblo llano y sencillo, a los publícanos y pecadores del tiempo de
Jesús. Los que son tomados por desequilibrados y “necesitados”,
los pobres que necesitan ayuda -como vocifera el humanismo- porque no
tienen muchas capacidades ni recursos. ¡Ay! ¡Que autosuficiencia
tiene el hombre moderno! ¡Que soberbia elevada a todo lo que da!
¡Que gran dificultad para reconocer la precariedad del ser humano.
Pero que gran sabiduría la de aquellos que reconocen su necesidad de
Dios. Estos se acercan a Jesús pronto con calor y entusiasmo.
Sus
corazones se desbordan en gratitud y quebranto porque el Mesias no
los rechaza por su condición social; Si no que se deja encontrar por
ellos. Los resultados de un acercamiento así son espectaculares:
Estas personas reciben una vida equilibrada y
en armonía. Son
transformados por Dios y devueltos a una vida de utilidad y
aprovechamiento. Es el caso de la mujer pecadora de nuestro relato.
“Una
mujer de la ciudad,
que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del
fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás
de él a sus pies, llorando, comenzó a rogar con lágrimas sus pies,
y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con
el perfume”. Jesús
dijo de ella: ". . . Simón.
¿Ves esta mujer? Entré en tu casa… mas esta ha regado mis pies
con lagrimas, y los ha en enjugado con sus cabellos... ésta, desde
que entré, no ha cesado de besar mis pies... ha ungido con perfume
mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son
perdonados, porque amó mucho... Y a ella le dijo: Tus pecados te son
perdonados... Tu fe te ha salvado, ve en paz”.
El milagro de una Vida equilibrada - Virgilio Zaballos
No hay comentarios.:
Publicar un comentario