Virgilio Zaballos
La
cruz establece el equilibrio entre Dios y el hombre; el hombre y el
hombre; el hombre y la creación (Ef.2:14-16). La cruz nos desprende
De todo aquello que puede causarnos un trauma. Separa las ligaduras
opresivas -aunque sean muy humanas- que se pegan a nuestras almas de
forma desordenada; por ejemplo: la familia, la economía, el éxito,
la reputación, los bienes materiales, la honra y fama, la salud,
nuestra realización personal y hasta la propia vida (Lc.14:26-27).
Los traumas vienen cuando se nos quita aquello a lo que vivimos
“enganchados”. Entonces nos frustramos, entramos en depresión y
vacío, y nuestra existencia pierde su sentido. Jacob experimentó
esta clase de experiencia. Su vida (alma) estaba ligada a la vida
(alma) de Benjamín, y si algo desagradable le ocurría a su hijo
quedaba atrapado en lazos opresores.
Lee
el relato de Génesis,44:29-31. “Y
si tomáis también a éste de delante de mí, y le acontece algún
desastre, haréis descender mis canas con dolor al Seol.
Ahora,
pues, cuando vuelva yo a tu siervo mi padre, si el joven no va
conmigo, como
su vida está ligada a la vida de él,
sucederá
que cuando no vea al joven, morirá; y tus siervos harán descender
las canas de tu siervo nuestro padre con dolor al Seol”
Aparece
la misma ligadura en Génesis, 34:2,3. “Y
la vio Siquem hijo de Hamor heveo, príncipe de aquella tierra, y la
tomó, y se acostó con ella, y la deshonró.
Pero
su
alma se apegó a Dina la
hija de Lea, y se enamoró de la joven, y habló al corazón de ella”
Ésta
clase de unión es dañina y desequilibrada. Nuestra vida depende de
Jesús y los lazos que suplantan esa dependencia acaban
desestabilizando el orden que debemos seguir: Amarás al Señor tu
Dios y al prójimo como a ti mismo. Ese es el orden divino y
equilibrado. Abrahám vivió este orden. Su vida dependía de Dios y
no de su hijo Isaac, por eso "por
la fe Abrahám, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y
el que había
recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En
Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso
para levantar de entre los muertos. de donde, en sentido figurado,
también le volvió a recibir
(Heb.11:17-19). El único trauma verdadero para el cristiano es la
separación de Cristo. Nuestras vidas sí están ligadas a Jesús,
por eso no podemos vivir separados de él (Jn.15:5). El apóstol
Pablo nos dice que nuestra unión con Cristo es tan fuerte
(1Co.6:17), que nada ni nadie nos podrá separar de su amor (Ro.8:38
39). Si llevar la cruz es una experiencia tan liberadora para
nosotros, debemos entender bien qué significa esa verdad y a donde
nos conduce.
El milagro de una vida Equilibrada - Virgilio Zaballos
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